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MENSAJE DE LA HONORABLE PRESIDENTA DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS DE LA REPÚBLICA DOMINICANA, EN EL ACTO


* Honorable Lupe Núñez vice-presidente de la Cámara de Diputados

* Honorables Secretarios del bufete Directivo de la Cámara de Diputados Ángela Pozo y Juan julio Campos.

* Honorables voceros de los diferentes partidos representados en esta Cámara de Diputados

* Honorable Diputada Magda Alina Rodríguez Azcona, Presidenta de la Comisión Permanente de Equidad de Género.

* Honorables diputados y diputadas

* Honorables senadores

* Ministros y Funcionarios Gubernamentales

* Invitados Especiales

* Miembros de la prensa

Distinguidas mujeres meritorias, reconocidas por la Cámara de Diputados, distinguidas compañeras:

Amigos todos

Los motivos que nos convocan a todas y a todos en la mañana de hoy, bajo la solemne atmósfera histórica de este Salón de la Asamblea del Congreso Nacional, podría considerarse que tienen como eje y sujeto central la sustantivación de la mujer como género, porque así lo han ordenado organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas –ONU– y Gobiernos y Estados de este y otros continentes, sin embargo, después de muchos días de reflexión, más que alegría durante ese proceso, he sentido preocupación, angustia y una irrefrenable voluntad de pactar con ustedes para que juntas, mujeres de toda la geografía nacional, presentes aquí, asumamos la urgente necesidad de pelear unidas por los derechos, dignidad y honor de la mujer dominicana, y con ella las mujeres de todo el mundo.


Gracias, Honorable Diputada Magda Rodríguez Azcona, Presidenta de la Comisión Permanente de Equidad de Género, militante y líder en las luchas por los derechos y la igualdad de las mujeres dominicanas, al motivarnos a todos para cumplir con este compromiso al que nos convoca la Historia. Hablo de pactar entre nosotros, porque si bien es cierto que líderes políticos, líderes religiosos, líderes en el campo de la economía; líderes de alcance global y jefes de Estado de todo el planeta, de alguna u otra manera han escrito o han declarado que han apostado y se han comprometido con la defensa de los derechos de las mujeres.


No obstante, después de pasarle revista a la historia reciente y mirar algunas estadísticas, incluyendo las que gravitan, impactan y dominan el desarrollo estructural del Estado y la Nación dominicanos, créanme que me duele que hayan tenido que pasar 173 años, para que desde 1844 hasta nuestros días en la República Dominicana, partiendo de que la Cámara de Diputados, haya tenido durante estos largos años de historia a solo dos mujeres como presidentas de este componente del primer poder del Estado; a la Honorable Diputada Rafaela Alburquerque, doña Lila, y a quien les habla en esta mañana en su condición de Presidenta de la Cámara de Diputados, aunque igual otra gran mujer, la Senadora Cristina Lizardo, ostentara en el pasado reciente la Presidencia del Senado de la República.


Hablo de los espacios históricos arrebatados, así mismo como lo escuchan Diputados, Diputadas e invitados especiales en la mañana de hoy, hemos sido colocadas en estado pasivo dentro del cuerpo interior del sistema de dominación política que norma nuestra vida democrática.


Y qué decir en el particular caso del Poder Ejecutivo, el espacio más alto en el ejercicio del poder, en el que nunca, nunca hemos tenido el privilegio de tener a una mujer como Presidenta de la República, estamento del poder, anclado en el Palacio Nacional al que solo dos distinguidas y prestigiosas mujeres han logrado marcar su presencia histórica en nombre de la mujer y el pueblo dominicano, doña Milagros Ortiz Bosch y doña Margarita Cedeño de Fernández.


Quise compartir con ustedes estas ideas, porque observarán que incluso en el foro académico, llamado a ser el más democrático del país como lo es la Universidad Autónoma de Santo Domingo, nunca hemos tenido a una mujer ocupando la Rectoría de esa alta casa de estudios.


Es en esa dirección hacia donde va mi compromiso de reflexión ante ustedes, y es que durante siglos nos han venido ocultando con una sistematicidad, moral e históricamente contaminada, la falsa idea de separación entre hombres y mujeres en el trazado estratégico de conquistas a favor de la humanidad.


Y es por lo que estoy plenamente convencida que si nos abrazamos en un foro íntimo, fraterno y solidario para pensar en nombre de la mujer y su papel en la historia, nos damos cuenta que no nos hemos defendido adecuadamente, porque el arma que nos entregaron fue el de la sumisión ante nuestro igual, que es el hombre, como bien dice la máxima, ahora popular, “divide y vencerás”.


Está claro que desde el nacimiento de la palabra misma, el reconocimiento al papel histórico y valor de igualdad de la mujer ha estado escrito, basta recorrer por estos pasajes asentados en los Vedas, libros sagrados en los que a las mujeres siempre se les ha dado el nivel más alto de respeto y libertad, pero también protección y seguridad; tanto es así que hay un dicho védico que reza: “donde las mujeres son adoradas, allí los dioses moran, o donde las mujeres están contentas, habrá prosperidad”.


Ocupar la Presidencia de esta Honorable Cámara de Diputados de la República Dominicana, es un altísimo privilegio que me obliga a relacionarme con ustedes desde los planos de una comunicación visceral, sincera, franca y amigable, que me permita decirles que llegó el momento de hacer correcciones históricas y críticas sobre el papel de la mujer en la construcción de la Nación dominicana, en el tiempo de ayer, en el tiempo intermedio y en el tiempo de hoy, porque la mujer es una totalidad.


Y es por lo que en ocasión del nacimiento de este año 2017, instruí para que catorce mujeres extraordinarias: próceres, heroínas y mártires de la República Dominicana, por primera vez en un ejercicio de democracia histórica, venciendo la inmoralidad de la exclusión, fueran exaltadas con todo su decoro y dignidad en la producción editorial de un calendario coleccionable que hemos titulado “Mujeres Meritorias 2017”, en la que la colaboración interinstitucional con el Archivo General de la Nación, sus nombres figuraran reunidos en un solo cuerpo material, para que las presentes y futuras generaciones de mujeres y hombres despertaran sus conciencias dormidas sobre el verdadero valor de la mujer y su memoria sepultada en el tiempo.


Esa visión, esa inquietud, fue sensiblemente interpretada por los pinceles del destacado pintor y retratista dominicano Miguel Núñez, y los versos del laureado poeta dominicano José Enrique García, ambos creadores presentes entre nosotros. Ese calendario coleccionable, ustedes, amigos y amigas, diputados y diputadas, lo tendrán en sus manos, si no es que ya lo tienen, no para contar los días, sino como Bitácora donde fueron anotados la dimensión, el coraje y la grandeza de cada una de esas catorce mujeres.


Hablo de seres humanos de la dimensión de Manuela Díez, Rosa Duarte, Juana Saltitopa, Yolanda Guzmán, Mamá Tingó, Ercilia Pepín, Aniana Vargas, Concepción Bona, María Trinidad Sánchez, Salomé Ureña, Piky Lora y las hermanas Minerva, Patria y María Teresa Mirabal.


Los restos mortales de Rosa Duarte, y debería darnos vergüenza a todos, permanecen allí donde su hermano, nuestro padre, el padre de todos, Juan Pablo Duarte, se iluminó con la lumbre de las velas, postrado, esperando el momento para proclamar, junto a los forjadores de la República, la libertad del pueblo dominicano.

Me detengo un segundo, más que para respirar, a tomar aliento para pedirle no exactamente a todos ustedes, no exactamente a la Cámara de Diputados ni al Congreso Nacional, al pueblo dominicano para que nos pongamos de pies, para que bajo el impulso del amor sincero a la esencia de lo que somos, de la misma manera que alegres levantamos banderas para defender las marcas ideológicas de lo que somos, para que la inmensa Rosa Duarte vuelva a su tierra desde donde yacen sus restos en Venezuela, porque su huesos allí están inquietos, están llorando, porque historia, política y Estado hemos actuado desde hace casi un siglo con una olímpica irresponsabilidad.


Vamos a luchar juntos por repatriar los restos mortales de la mujer rosa hermana de Juan Pablo Duarte y de la mujer rosa revolucionaria, forjadora de uno de los capítulos más hermosos de colaboración entre hombres y mujeres en las luchas por la libertad y la soberanía de la República Dominicana.


El Día Internacional de la Mujer, si bien es un día cargado de símbolos para reafirmar y reconquistar parte de los espacios perdidos que nos han negado durante tanto tiempo, también debe ser un momento para la unidad, para la propagación del amor, para la solidaridad no solo desde el individualismo entre tú y yo, sino para la solidaridad entre los pueblos, porque así y solo así podremos levantar hitos de resistencia que nos permitan juntos, mujeres con mujeres, mujeres y hombres, vencer la violencia y el crimen contra las mujeres. Contra ese ser, que desde su vientre, de su alma, de su dolor y de su espíritu, nace la vida.


Reclamo de ustedes en la mañana de hoy su acompañamiento para que nos tracemos como reto conjugar voluntades, para que en un tiempo que no sea tarde, un 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, como el que celebramos hoy, palabras como estas, o más elevadas, pudiéramos escucharlas frente a los restos mortales de la infinita Rosa Duarte, de la revolucionaria Rosa Duarte, en el solio sagrado del Panteón Nacional.


Bienvenidas sean todas ustedes, mujeres, líderes y forjadoras de progreso y valores sociales, morales y culturales constructivos, provenientes de todos los estamentos sociales y de todo el país, sea de ustedes el reconocimiento de este día por los méritos alcanzados a lo largo de toda su vida personal y profesional.


Muchas gracias.

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